Carlos estaba de pie frente a la máquina de café, mirando como caía el negro líquido en su vaso de cartón. Lo único que se escuchaba era la máquina que iba moliendo los granos. Había sido el primero en salir para el descanso, ese día había empezado muy mal, la nube de mails le había abrumado, y tras contestar a los más urgentes durante media mañana, se tomó un descanso.

Mientras olía el suave aroma que surgía del vaso algo rompió ese momento de tranquilidad. Toni y Carmen entraron en la sala como un terremoto, gritando por doquier. Eso no molestaba a Carlos, le gustaba que hubiese gente en la sala de la cafetera de vending de café, así despejaba su mente del trabajo. Pero había algo que sí que molestaba a Carlos ese día. Estaban hablando de trabajo.

Para Carlos la sala del café era un santuario exento de trabajo, donde se podía tratar cualquier tema, desde amores y desamores hasta política de más alto nivel. Incluso cotilleos de oficina y políticas de empresa estaban aceptados. Pero lo que no podía tolerar era que se hablase de los problemas con los clientes, de que los proveedores nunca llegan a tiempo y que retrasan el trabajo, o sobre los encargos para los que no encuentra ninguna solución. Esa sala era su lugar sagrado, su lugar de descanso, y sus compañeros estaban profanándolo.

“Este espacio es de toda la oficina” pensó Carlos “concéntrate en tu café”. Cogió el vaso y sintió el calor que emanaba mientras sus compañeros parloteaban. Él se apoyó en la pared y se centró en el suave aroma que surgía aquella delicia.

“¿Qué te parece el cliente este, Carlos? ¡Se piensa que somos sus esclavos!” le dijo Carmen. A Carlos le costó un segundo reaccionar, estaba absorto. “No lo sé, Carmen, es como cualquier otro cliente. Pero no hablemos de trabajo mujer, sabéis que no me gusta hablar de estos temas aquí ¡este es un espacio libre de estrés!”, Carmen le miró extrañado “Bueno Carlos, ¿y de qué quieres que hablemos? ¡Sorpréndenos!”. Carlos se dio cuenta, no estaba pensando en nada “Estaba simplemente disfrutando del café… ¿Alguna vez os habéis planteado qué sería la vida sin café?”

La pregunta dejo a Toni un poco descolocado “La verdad es que nunca había pensado en ello, ¡seguro que habría otra bebida! ¿El té tal vez?”. Carlos negó con la cabeza “No se… no lo considero igual ¿Dónde quedarían los descansos del trabajo sin un café en la mano? ¿Y la quedada de las madres a tomarse su sagrado cortadito, pero corto de café que sino no duermo? Yo personalmente creo que el café se ha convertido en parte de nuestra vida, ¿no creéis? Además me encanta como huele, me relaja”.

Carmen no pudo evitar reírse “Un café que relaja… ¡eso no es café, Carlos! Venga vamos para la oficina que ya tu mente ya se ha distraído bastante”. Carlos vio que su café ya se había acabado, tiró el vaso a la papelera y empezó a andar hacia la puerta “Sí, que creo que este café me ha dado una idea para un proyecto”. Toni le cogió del brazo, y le recriminó con una sonrisa en la boca “Pero Carlos, ¿no decías que aquí no se hablaba de café?” Carlos se quedó pensando… “Bueno, ¡yo estaba pensando no hablando!” Carmen se rio “¡Vaya vara de medir más rara que tienes, Carlos!”.