Si hay una profesión que pueda asociarse al café es la de escritor. Muchos de los escritores más famosos de la historia tienen una relación muy estrecha con el café, a veces rozando la adicción. Para muchos esta bebida suponía una fuente de inspiración y las cafeterías no serían lo mismo sin la presencia de los escritores, donde algunos como J.K. Rowling (autora de Harry Potter) encontraron un lugar donde escribir sus obras mientras tomaban una taza o dos de café. ¿Quieres conocer alguna de las historias más curiosas?

  • Honoré de Balzac, el autor de La Comedia Humana o Papá Goriot llegó a consumir hasta cincuenta tazas de café al día. Considerado como uno de los escritores más famosos de la literatura francesa del siglo XIX, Balzac creía que la cafeína estimulaba la creatividad y así lo dejó escrito en su Tratado de los Estimulantes Modernos. Y al parecer a él le funcionaba, ya que escribió 85 novelas en 20 años y era capaz de estar trabajando 15 horas seguidas. El café favorito de Balzac era el turco, pero cuando dejó de estimularle lo suficiente, pasó a tragar directamente los granos de café con el estómago vacío, “un método horrible y brutal” según sus propias palabras que recomendaba solo a hombres de vigor excesivo como él. Para reconocer esa pasión por el café en Alemania hay una cadena de cafeterías que se llama Balzac Coffe.
  • Voltaire el filósofo francés, era aún más adicto al café que Balzac. Tomaba entre 50 y 72 tazas de café al día y también fue muy prolífico con su obra.
  • Truman Capote, el escritor y periodista norteamericano es otro de los escritores famosos enamorados del café. Tanto que llego a afirmar que no podía pensar a menos que estuviera acostado, con un cigarrillo y un café a la mano. “Tengo que estar chupando y sorbiendo. A medida que avanza la tarde, cambio de café a té de menta y de jerez a martinis”, dijo.
  • El filósofo danés, padre del existencialismo, escribía por las noches porque necesitaba silencio y para mantenerse despierto tomaba café, con mucho azúcar y en una de las 50 tazas que formaban su colección. Una historia curiosa es que cada día su secretario tenía que elegir la taza que emplearía ese día y luego tenía que explicarle las razones por las que la había elegido.
  • Cuando se puso a escribir una de las obras más famosas de la literatura universal, En busca del tiempo perdido, Marcel Proust solo se alimentaba de café con leche y croissants.
  • El escritor alemán dedicó mucho tiempo a investigar los efectos del café. En un encuentro con el científico Friedlieb Ferdinand Runge le instó a analizar los granos de café para descubrir que propiedades se escondían tras ellos. Runge que era un gran admirador de Goethe aceptó el reto y consiguió identificar la cafeína.

Como vemos, la relación entre escritores y café es muy intensa. Rubén Darío resume esa relación diciendo que “una buena taza de su negro licor, bien preparado, contiene tantos problemas y tantos poemas como una botella de tinta”. Y para Manuel Vicent, “mi lucha por la existencia consiste en que a la hora del desayuno sea mucho más importante el aroma del café que las catástrofes que leo en el periódico abierto junto a las tostadas”.

 

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