Si alguna vez te has plantado frente a la barra de una cafetería y has dudado entre pedir un café con leche, un cortado o un macchiato, no estás solo. A simple vista pueden parecer lo mismo: café + leche. Pero lo cierto es que la proporción, la forma de preparación y hasta el momento del día en que se suelen tomar hacen que cada uno tenga su propia personalidad.
En este artículo te contamos las diferencias entre estas bebidas tan populares. Para que la próxima vez que pidas tu café, lo hagas con conocimiento de causa (¡y sin miedo a equivocarte!).
¿Qué tienen en común?
Antes de entrar en detalles, algo importante: todos estos cafés tienen dos ingredientes básicos en común —café espresso y leche—. La diferencia está en las proporciones, en cómo se prepara la leche (caliente, espumada o ambas) y en el orden de mezcla.
Y ahora sí, vamos uno por uno.
Café con leche: el clásico de las mañanas
Empezamos con el rey de los desayunos en España: el café con leche. Se trata de una mezcla a partes iguales (o casi) de café espresso y leche caliente. Es decir, mitad café, mitad leche.
Suele servirse en una taza grande y se disfruta sobre todo por las mañanas, aunque hay quien no perdona su café con leche en la merienda. Es ideal si te gusta el sabor del café, pero prefieres suavizarlo con la cremosidad de la leche.
Hay muchas variantes: con leche entera, desnatada, vegetal, más corto, más largo… Pero la esencia es siempre la misma: equilibrio y suavidad.
Cortado: intenso pero con un toque suave
El cortado es primo hermano del café con leche, pero con una gran diferencia: la proporción. Aquí hablamos de un espresso con solo un chorrito de leche caliente (a veces espumada).
El objetivo del cortado es “cortar” la intensidad del café, sin perder su protagonismo. Por eso, es perfecto si te gusta el café fuerte, pero quieres un matiz más suave.
Se sirve en una taza pequeña y es habitual tomarlo después de comer o a media mañana. En resumen: más café que leche, y mucha personalidad en pocos sorbos.
Macchiato: el toque italiano
Macchiato significa “manchado” en italiano, y esa es justo la idea: un espresso manchado con una pizca de leche. Hay dos versiones:
- Espresso macchiato: un espresso con una pequeña cantidad de espuma de leche por encima.
- Latte macchiato: leche caliente con espuma servida primero, a la que luego se le añade el café (al revés que el café con leche).
El espresso macchiato es similar al cortado, pero con un poco de espuma en lugar de leche líquida. El latte macchiato, en cambio, tiene más leche y se parece más al café con leche, aunque con un aspecto más visual: se suelen formar capas.
¿Y el capuccino?
No podíamos dejarlo fuera. El capuccino es otra estrella del café con leche… pero espumosa. Se elabora con un tercio de espresso, un tercio de leche caliente y un tercio de espuma de leche. A menudo se corona con un poco de cacao o canela en polvo.
Tiene más cuerpo que un café con leche y se sirve en tazas más pequeñas. Su origen es italiano y es perfecto para una pausa a media mañana.
Si eres fan de la espuma cremosa y los sabores equilibrados, el capuccino puede ser tu favorito.
Flat white: la opción de moda
El flat white viene de Australia y Nueva Zelanda y ha conquistado cafeterías de todo el mundo. Es muy parecido al café con leche, pero con una proporción mayor de café y una textura más sedosa gracias a la leche microespumada.
Lleva un doble espresso y un poco menos de leche que el café con leche tradicional, por lo que el sabor del café es más potente, pero sin perder cremosidad.
¿Con cuál te quedas?
El café con leche, el cortado y el macchiato son solo algunas formas de disfrutar el café con un toque de leche. No se trata de cuál es mejor, sino de cuál encaja contigo. Conociendo las diferencias, ya no tendrás dudas al pedir… ¡ni al preparar tu café favorito en casa!
